2.8.12

Suenan timbres # 4

El amor y la palabra




Portada del libro de Saúl Gómez Mantilla



Por: Julio Borromé

Los poemas reunidos en El amor y la palabra del poeta Saúl Gómez Mantilla, componen en su brevedad un estado de extrañamiento, aun siendo ya, más o menos, distintamente conocidos sus motivos de encuentro y desencuentro, —me refiero al amor—que al fin, todos loslectores hemos encontrado en la poética del mundo. Extrañamiento a reconocerse y a elegirse a sí mismo, esto es, comprometerse; todo lo que le ata a sus recuerdos, todo lo que confiere forma y búsqueda a su vida, el amor, el cuerpo, la mujer, la existencia, el tedio, el hastío, la herejía.Y esto no puede hacerse sin una elección, decidirse es arriesgar que en modo alguno está dispuesto a seguir todo el camino recorrido.  El motivo del amor es más aquello que comprende y niega, esto que acaece en la palabra y lo devela; este darse cuenta es un acto de reconocimiento, de fe en la palabra que nombra el amor. El poeta mira de suyo a la amada, a algo temporal ligado con la vida y afirma la relación conel desamparo, la caducidad, el intento de probar su fuga en esa tentación siempre presente de desalojar al cuerpo amado, incapaz de descubrir el sentido de su trascendencia. Si el amor es palabra y la palabra nombra el amor, el poeta cede, siendo así que sublimiza su deseo, entonces el amor y la palabra comunican al poeta las mismas emociones que él lee mientras escribe un libro inexistente.Dice el poeta:

Anhelo

La esperanza cobija al nuevo libro
una mujer surge a cada página
en cada muerte de capítulo
el cuerpo espera un estallido.


De las palabras extraviadas

El poema que se pierde en la noche
un tejido de palabras
entre la algarabía y el tedio
para los libros que nunca llegan.


Otro de los motivos de El amor y la palabra, signa la existencia de los ángeles. En los textos canónicos, representan a entes sobrenaturales, que ofrecen favores exclusivos a quienes guardan una profunda devoción hacia sus milagros.Hay ángeles de la guarda, ángeles que cuidan la virginidad de púberes como en la Celestina, ángeles malditos presentes en la poesía de Baudelaire y Rimbaud, ángeles buenos como en la poesía de Rilke. Los ángeles hermafroditas de Miguel Ángel y ángeles tenebrosos y sádicos de los cuentos infantiles. El ángel que le habló a San Agustín. El ángel negro encarnación del racionalismo de Víctor Hugo. En cambio, los ángeles de Saúl Gómez Mantilla son presencias caídas, ángeles arruinados por el tedio divino, ángeles del que alguien una noche arrancó un dolor humano. Ángeles paganos, paródicos, desabrochados en su pecho sin alas, ángeles limosneros, encenizados, avanzan hasta más allá del semáforo con la retórica propia de quienes han abandonado el paraíso y sienten ahora el incidente de la vida, sus riesgos, sus dolores y tragedias.


Ángel del abandono

Para ser cómplice
cae
dolor extraño en su mirada.

Para nombrar sus delirios
y  hacer posible
todas las profecías

cae.


En la última parte del libro los poemas son pasajes de una vida sin propósitos, no hay más que vivenciar los días cuán es imposible toda realización hacia un fin último. La nada, puede referirse al deseo impostergable de lucha sin alcanzar el tributo de la absolución. El amor, el desencuentro, el mundo, la calle, el deseo, el dios en su olvido son acaso intérpretes y puentes entre este mundo y la poesía. La palabra evoca su perfecta mirada especular, lo resume todo como una noticia diaria que ya nadie quiere leer.

En un pequeño párrafo
la vida contenida en una imagen

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