28.2.12

Trilce de poesía # 3



Blanca Varela

Lima, Perú, (1926 – 2009). Blanca Varela logró llevar su trabajo creativo más allá de las fronteras territoriales. Sus uso justo de la palabra en el poema y el equilibrio de su obra, le valen hoy en día el reconocimiento como una de las más importantes poetas latinoamericanas. Cada poema en Blanca Varela es una revelación; no desperdicia la palabra en nimiedades, por el contrario, abre la puerta a un universo vital enriquecedor.  


CURRICULUM VITAE 

Digamos que ganaste la carrera
y que el premio
era otra carrera
que no bebiste el vino de la victoria
sino tu propia sal
que jamás escuchaste vítores
sino ladridos de perros
y que tu sombra
tu propia sombra
fue tu única
y desleal competidora.
 

A MEDIA VOZ

La lentitud es belleza
copio estas líneas ajenas
respiro
acepto la luz
bajo el aire ralo de noviembre
bajo la hierba
sin color
bajo el cielo cascado
y gris
acepto el duelo y la fiesta
no he llegado
no llegaré jamás
en el centro de todo
está el poema intacto
sol ineludible
noche sin volver la cabeza
merodeo su luz
su sombra animal
de palabras
husmeo su esplendor
su huella
sus restos
todo para decir
que alguna vez
estuve atenta
desarmada
sola casi
en la muerte
casi en el fuego


El mar pliega las alas al atardecer...

                        VI

El mar pliega las alas al atardecer,
tú no eres sino una pálida burbuja
navegando al golpe del aliento,
un negro trino,
el sol que sale en el centro del pecho
en mitad de la calle,
un silencio en la música dura
de la ciudad sin límites.
Para atravesar ese océano,
ese golpe de luz en la siesta,
no bastaría la eternidad.

Cementerio Marino # 4


Derek Walcott.


Selección Jenny Bernal
De Castries, Isla de Santa Lucía, llegarán las palabras de este poeta, dramaturgo y artista visual de 1930. Premio Nobel de Literatura 1992. La escritura de Walcott está labrada de remembranzas, su lenguaje recorre cada detalle de sus memorias, para dibujar a través de diversos matices, una obra digna de admirar.
 
DESENLACE*

Yo vivo solo
al borde del agua sin esposa ni hijos.
He girado en torno a muchas posibilidades
para llegar a lo siguiente:
una pequeña casa a la orilla de un agua gris,
con las ventanas siempre abiertas
hacia el mar añejo. No elegimos estas cosas.
Mas somos lo que hemos hecho.
Sufrimos, los años pasan,
dejamos caer el peso pero no nuestra necesidad
de cargar con algo. El amor es una piedra
que se asentó en el fondo del mar
bajo el agua gris. Ahora, ya no le pido nada a
la poesía sino buenos sentimientos,
ni misericordia, ni fama, ni Curación. Mujer silenciosa,
podemos sentarnos a mirar las aguas grises,
y en una vida inmaculada
por la mediocridad y la basura
vivir al modo de las rocas.
Voy a olvidar la sensibilidad,
olvidaré mi talento. Eso será más grande
y más difícil que lo que pasa por ser la vida.
*Versión de Vicente Araguas
 
CAÑAVERAL MARINO*

La mitad de mis amigos ha muerto.
Te haré unos nuevos, dijo la tierra.
No, grité. Devuélvemelos
tal como eran, con sus fallas y todo.
Esta noche puedo arrebatar su conversación
a la pálida resaca monótona
entre los cañaverales, pero no puedo caminar
sobre las hojas marinas iluminadas por la luna
solo, por ese camino albo
o flotar en el estado de sueño
en que las lechuzas abandonan la carga del mundo.
Oh tierra, el número de amigos que tú guardas
excede en mucho al de aquellos que quedan por amar.
Los cañaverales marinos al borde del acantilado despiden
un fulgor verde y plata;
eran ellos las lanzas seráficas de mi fe,
pero de aquello que se ha perdido nace algo aún más fuerte
que posee el brillo racional de la piedra,
que resiste el claro de luna, más allá de la desesperación,
tan fuerte como el viento, que nos apersona a aquellos que amamos
por entre los cañaverales divisores, tal como eran,
con fallas y todo, no perfectos, simplemente así.
*Versión de Verónica Zondek
 
Has olvidado el calor. Podría venir ardiendo de una cerca de zinc...*

Has olvidado el calor. Podría venir ardiendo de una cerca de zinc.
Ni siquiera las palmeras de la orilla del mar se agitan en paz.
El Imperio se mofa de todos los pensamientos en futuro.
Sólo los bajíos de este océano interior murmuran
versos de otro mar, al que éste recuerda-
mitos de islas análogas de olivo y mirto,
el sueño del Golfo adormilado. Aunque sus templos,
bloques blancos contra el verde, sean hoteles, y sus pórticos
centros comerciales, con el tiempo harán buenas ruinas;
por lo tanto ¿qué más da si la mano del Imperio es tan lenta como
una tortuga firmando el oleaje en lo que se refiere a tratados?
El genio llegará a contradecir la historia,
y está ahí en sus cuerpos tostados, en las olivas de los ojos,
como cuando los chulos de la Atenas demótica entretejieron el caos
de Asia, y las chicas de las aldeas de estacas, putas teñidas de alheña,
eran las hetairas. La marea vespertina baja, y el hedor
de imperios ulteriores -alzándose de bayas que orlan
los dobladillos de tiranos y playas- alcanza un tribunal
donde las nubes descienden sus escalones como senados que pasan,
no diferentes de cuando, bajo hojas de mirto que canturrean,
compartieron una sombra, el poeta y el asesino.
*Versión de Vicente  Araguas 
 

10.2.12

Trilce de poesía # 3

EMILIO ADOLFO WESTPHALEN



SELECCIÓN DE JENNY BERNAL


Lima- Perú, 1911- 2001. Desde Las ínsulas extrañas aquel primer libro publicado en 1933, Emilio Adolfo Westphalen nos compartirá una serie de poemas en donde las palabras fluyen armónicamente. Es un poeta que sugiere sin artificios, su poesía tiene una tendencia conversacional, la cual resulta cercana al lector.



Te he seguido como nos persiguen los días …

Te he seguido como nos persiguen los días
Con la seguridad de irlos dejando en el camino
De algún día repartir sus ramas
Por una mañana soleada de poros abiertos
Columpiándose de cuerpo a cuerpo
Te he seguido como a veces perdemos los pies
Para que una nueva aurora encienda nuestros labios
Y ya nada pueda negarse
Y ya todo sea un mundo pequeño rodando las escalinatas
Y ya todo sea una flor doblándose sobre la sangre
Y los remos hundiéndose más en las auras
Para detener el día y no dejarle pasar
Te he seguido como se olvidan los años
Cuando la orilla cambia de parecer a cada golpe de viento
Y el mar sube más alto que el horizonte
Para no dejarme pasar
Te he seguido escondiéndome tras los bosques y las ciudades
Llevando el corazón secreto y el talismán seguro
Marchando sobre cada noche con renacidas ramas
Ofreciéndome a cada ráfaga como la flor se tiende en la onda
O las cabelleras ablandan sus mareas
Perdiendo mis pestañas en el sigilo de las alboradas
Al levantarse los vientos y doblegar los árboles y las torres
Cayéndome de rumor en rumor
Como el día soporta nuestros pasos
Para después levantarme con el báculo del pastor
Y seguir las riadas que separan siempre
La vid que ya va a caer sobre nuestros hombros
Y la llevan cual un junco arrastrado por la corriente
Te he seguido por una sucesión de ocasos
Puestos en el muestrario de las tiendas
Te he seguido ablandándome de muerte
Para que no oyeras mis pasos
Te he seguido borrándome la mirada
Y callándome como el río al acercarse al abrazo
O la luna poniendo sus pies donde no hay respuesta
Y me he callado como si las palabras no me fueran a llenar
la vida
Y ya no me quedara más que ofrecerte
Me he callado porque el silencio pone más cerca los labios
Porque sólo el silencio sabe detener a la muerte en los umbrales
Porque sólo el silencio sabe darse a la muerte sin reservas
Y así te sigo porque sé que más allá no has de pasar
Y en la esfera enrarecida caen los cuerpos por igual
Porque en mí la misma fe has de encontrar
Que hace a la noche seguir sin descanso al día
Ya que alguna vez le ha de coger y no le dejará de los dientes
Ya que alguna vez le ha de estrechar
Como la muerte estrecha a la vida
Te sigo como los fantasmas dejan de serlo
Con el descanso de verte torre de arena
Sensible al menor soplo u oscilación de los planetas
Pero siempre de pie y nunca más lejos
Que al otro lado de la mano

De Abolición de la muerte  (Lima, 1935)

            

Cementerio Marino # 2


WISLAWA SZYMBORSKA




SELECCIÓN DE JENNY BERNAL

Kórnik, Poznan, 1923- Cracovia 2012. La poeta Wislawa Szymborska nos recuerda con una poesía fresca, en un tono vivaz, la celebración de la vida. Su mirada reflexiva, su humor; retratan la cotidianidad desde otra perspectiva. Versos que resultan afable compañía al lector. La reciente muerte de Szymborska es sólo la primera nota, de la prolongación de su enérgico canto.



UNA DEL MONTON*
Soy la que soy.
Casualidad inconcebible
como todas las casualidades.

Otros antepasados
podrían haber sido los míos
y yo habría abandonado
otro nido,
o me habría arrastrado cubierta de escamas
de debajo de algún árbol.

En el vestuario de la naturaleza
hay muchos trajes.
Traje de araña, de gaviota, de ratón de monte.
Cada uno, como hecho a la medida,
se lleva dócilmente
hasta que se hace tiras.

Yo tampoco he elegido,
pero no me quejo.
Pude haber sido alguien
mucho menos individuo.
Parte de un banco de peces, de un hormiguero, de un enjambre,
partícula del paisaje sacudida por el viento.

Alguien mucho menos feliz,
criado para un abrigo de pieles
o para una mesa navideña,
algo que se mueve bajo un cristal de microscopio.

Árbol clavado en la tierra,
al que se aproxima un incendio.

Hierba arrollada
por el correr de incomprensibles sucesos.

Un tipo de mala estrella
que para algunos brilla.

¿Y si despertara miedo en la gente,
o sólo asco,
o sólo compasión?

¿Y si hubiera nacido
no en la tribu debida
y se cerraran ante mí los caminos?

El destino, hasta ahora,
ha sido benévolo conmigo.

Pudo no haberme sido dado
recordar buenos momentos.

Se me pudo haber privado
de la tendencia a comparar.

Pude haber sido yo misma, pero sin que me sorprendiera,
lo que habría significado
ser alguien completamente diferente.

*Versión de Gerardo Beltrán



 DESCUBRIMIENTO*

Creo en el gran descubrimiento.
Creo en el hombre que hará el descubrimiento.
Creo en el terror del hombre que hará el descubrimiento.
Creo en la palidez de su rostro,
la náusea, el sudor frío en su labio.

Creo en la quema de las notas,
quema hasta las cenizas,
quema hasta la última.

Creo en la dispersión de los números,
su dispersión sin remordimiento.

Creo en la rapidez del hombre,
la precisión de sus movimientos,
su libre albedrío irreprimido.

Creo en la destrucción de las tablillas,
el vertido de los líquidos,
la extinción del rayo.

Afirmo que todo funcionará
y que no será demasiado tarde,
y que las cosas se develarán en ausencia de testigos.
Nadie lo averiguará, no me cabe duda,
ni esposa ni muralla,
ni siquiera un pájaro, porque bien puede cantar.

Creo en la mano detenida,
creo en la carrera arruinada,
creo en la labor perdida de muchos años.
Creo en el secreto llevado a la tumba.

Para mí estas palabras se remontan por encima de las reglas.
No buscan apoyo en ejemplos de ninguna clase.
Mi fe es fuerte, ciega y sin ningún fundamento.

*De Fin y principio 1993        
Versión de Gerardo Beltrán

Ínsulas extrañas # 2

Portada del libro.





SELECCIÓN DE HENRY ALEXANDER GÓMEZ


La escritura de Mery Yolanda Sánchez es demoledora. En sus poemas absorbemos el quejido del mundo para no olvidar quienes somos realmente. El duelo imposible, la memoria fallida, las oscuras pulsaciones de la noche.

El poema es testigo primordial de la muerte. La palabra es hermosa y desgarrada. La violencia como un hollín que nos envuelve muchas veces sin tocarnos, a nosotros, quienes dilatamos nuestra pupila a propósito para no ver.

En un lienzo fino de lenguaje, Mery Yolanda nos aprehende con una de las voces más singulares de la literatura colombiana; en ella la poesía es testimonio, una ínsula extraña, un ruido que incomoda…




ÚLTIMAS PÁGINAS

Has tenido suerte, caíste en el patio donde crecen los niños que no piden un nombre sobre la tierra. No has podido contar los años que llevas descalzo. Te encontrarán con la tierra de tu patio en el rostro. Una que otra hormiga se deslizará por tu ceño dolido. Una fruta traerá un poco de ti. Tu madre volverá a lavar culpas en las piedras del agua que te habló por primera vez de primavera. Y tú habrás olvidado que te llamabas Carlos y que las lluvias te han dejado sin color. 



ARROZ

Regaste las semillas que crecían en los cráneos y viste las niñas que volvían para cambiar de ropa a sus muñecas y acariciar casitas de algodón. Te fuiste con el susurro de las matas de plátano y no alcanzaste las faldas de la anciana que volvió para terminar de amasar el pan. Sabrás que ahora nadie se quiere ir y que por pedazos retornan las sombras para acomodarse otra vez, pero no encuentran dónde poner los pies.




LOS OTROS

No alcanzaron a sentir miedo. Cuando los cortaron el dolor llegó primero, la boca de la bota en la cara. Pronto el susurro de la sierra fue lejano. Un pajarito almorzó los pecados de las vísceras.
Sus sombras siguen y recogen los sombreros que atajó el viento. 
Las mujeres orinan cualquier lugar.
Los niños se volvieron ancianos amarrados a los alambres de púa.
Tres territorios debajo de las carcajadas de los asesinos.
Y sus sombras también son perseguidas, señaladas y marcadas desde los pájaros metálicos, dueños del cielo.



NACIMIENTO

Antes que el vuelo de la mariposa supiste de la infamia. Te enseñaron a no lanzar la flecha para evitar el arrepentimiento. Te dijeron que tenías que inventar una familia y la conseguiste completa para los asesinos. No esperaste los hijos de tus ganas. Viejo como estás, no llorarás por los que no nacieron, sabes bien que de ellos es la gloria de la eternidad.




EL REGRESO

Una extraña atmósfera le determina la vida. Un olor denso y pesado, nunca antes presentido, se cuela por el vestido y se esconde entre el ombligo.

Sí, sacaron al muerto, pero su olor se instaló en las axilas de la noche,  en los pliegues del pañuelo en desuso; se mantuvo ocho días entre las subidas y bajadas de los inquilinos. Tal vez, Dios también utilizó el ascensor inhalando su propio sabor. Es la costumbre de dormir entre el incienso.




MIEDO

Sentir por las piernas
la respiración
del compañero desaparecido.







Los poetas Santiago Espinosa, Yenny León y Mery Yolanda Sánchez en Cereté, 2011.






MERY YOLANDA SÁNCHEZ (Guamo Tolima, 1956) Libros publicados: La ciudad que me habita (1989), Ritual para las noches (1997), Dios Sobra, estorba (2006) y la antología Un día maíz (2010). Obtuvo mención de honor en el concurso El cuentista Inédito del Centro de Estudios Alejo Carpentier en 1987 y en 1994. Fue beneficiada con la Beca Nacional 1998 del Ministerio de Cultura por su proyecto Poesía en Escena Ha orientado talleres de poesía para niños, jóvenes, población de internos en centros carcelarios y Habitantes de la calle. 

2.2.12

Suenan Timbres # 2

YENNY LEÓN (Medellín, 1987)



SELECCIÓN DE HENRY ALEXANDER GÓMEZ



La mujer sentada a la orilla de todos los lagos

Algunas veces, solemos asistir al nacimiento de un río cuyas aguas tranquilas ya revelan el tejido de lo que será su violento torrente; de vez en cuando, en el origen de la lluvia vaticinamos los árboles rotos que nos dejará la tormenta; sólo en ciertas ocasiones, sentimos en la madeja y el hilo que se pierde en el cielo la soledad de una nube.

Son estas sensaciones las que recogemos al leer los poemas de la joven Yenny León. En su escritura se revela la metáfora como un espejismo táctil y corpóreo, sus imágenes son la extrañeza de las cosas naturales, la piel de la cigarra, el alma de la hoja.

Como un anticipo del alba, Yenny León escribe con una madurez envidiable. La poesía es también un acto de talento.

 
FÁBULA

 A veces los pájaros                                  Toda fábula es                             El sabor del pan
nacemos en la herida                                nuestra historia,                         no es siempre
de una fruta.                                              Todo lo dicho                               el mismo,
                                                                     Nuestra mentira,                       a veces rancio,
En un ritual                                                Todo lo falso                                a veces miel.
nos tiramos al abismo                               nuestra verdad.
para atravesar las luces                                                                                 Los bocados pueden
que arriba hormiguean.                                                                                 perderse,
                                                                                                                          pero la masa
                                                                                                                          siempre pan
                                                                                                                          la hace la tinta,
                                                                                                                          los trazos que resbalan
                                                                                                                          la palabra
                                                                                                                          sin horizonte.


MUJER DE AGUA
                                                                                                                                 A Helena Araújo
 
Soy la mujer sentada
a la orilla de todos los lagos.
Los restos del árbol están impresos
en las yemas de mis dedos.
Me resbalo por la piel de la cigarra;
con mi delantal abanico el alma de la hoja.
Cruzo mis gruesos tobillos; busco selva la luna.
Me repito seis veces dentro de mí misma
en el umbral donde los mundos se funden.
Creo el huevo en la mitad de dos manos
que se abrazan sin tocarse.
Mientras dibujo el último círculo, aparece una segunda vida;
maraña de brazos, piernas y bocas.
No tengo otro papel sobre el cual escribir,
que la roca sobre la cual naufrago.


UMBRAL

La multitud de viajeros que me habita
sabe que el dolor es el maestro de la gran sospecha,
el anticipo del alba
que se tiende delicado
sobre la carne.

Leo el pasado en el lienzo del futuro,
llevo un ruido impreso en mis pupilas
cuyo eco me grita que
ni la muerte puede hacerme daño.

La vida es más grande que la tierra,
la tierra es más grande que la sombra.
Jamás podrá el hombre
aletear gritos en la amplitud de la luz
hasta que no traspase  el umbral
que espía el destello del primer sonido.


LA ISLA

“Naciste para vivir en una isla”.
Octavio Paz
Una y otra vez
el estanque gotea sobre sí mismo…

Recorro los astros sepultados
en mi pecho,
soles que derraman sombras
sobre los ojos.

Mientras penetro el infinito
que me mira desde adentro,
la isla me inventa un cuerpo de alas
para remontar las raíces del crepúsculo.
  
Rápidas voces navegan
esta fiebre por juntar orillas…

Mas el día quema
mi manantial de cuerpos,
me reduce a una ola de plumas,
me sabe a escombros.

Como arruga de árbol
el ocaso nunca sabrá
que lo escuchaba.


Yenny León (Medellín, 23 de octubre de 1987) Poeta y estudiante del noveno semestre del pregrado en Letras: Filología Hispánica en la Universidad de Antioquia. Ganadora del I Premio de Poesía Joven Ciudad de Medellín con su poemario Tríptico y del I Premio Nacional de Poesía Joven Andrés Barbosa Vivas con su poema “Mujer de agua”. Varios de sus poemas han sido publicados en varias antologías y revistas tales como: Revista de poesía Prometeo, Revista Contestarte, Antología del Taller II UdeA y Antología poética El Crepúsculo de la Palabra. Algunos de sus textos poéticos han sido traducidos al francés.
                    

1.2.12

Iluminaciones # 2

  
PORTADA DEL LIBRO


 Por JORGE VALBUENA


Un cementerio de vivos

Permanecen vivos los muertos que nos deambulan. Es común verlos tendidos bajo la sombra de nuestros árboles secretos, murmurando canciones de antiguas despedidas. Es costumbre de viento dejarlos sembrar sus largas ceremonias en el silencio del patio donde aún anochece, sus nombres como pájaros sonoros se encargan de habitarnos hasta que por alguna grieta de nuestra memoria una melodía nos crece, como una rama que a fuerza de tiempo, soledad y lluvia decide dar fruto lejos de sus raíces.
Hacia Memomía se puede mirar desde todos los costados, es un catalejo que escudriña en el tiempo la razón de sus costuras.  Cada palabra es una puntada que se le da al tejido, la oscuridad deforma los dardos de los días y los nudos hacen parte de su peregrinaje. Hay aquí una geografía que me es lejana pero me pertenece, imbricada entre ríos, sudor, valles, balas, cuerpos, tumbas, retenes, mangos y montañas se hace parte de su paisaje, en el ardor de la lágrima al tocar el desierto, en el rumor del machete que siega la espesura. Desde el primer poema se escuchan cabalgar lejanos potros en la memoria, se avanza hasta encontrar la polvareda en la llanura, sus cascos invaden todas las palabras, cada vez más cercanos, el trepidar del relincho se hace inagotable.
Pero no todos los días amanece en Memomía. Se entrecruzan los destellos de un río bullanguero con los gritos que se cuelan por su tempestad ruidosa. Es un paisaje heredado por el que vamos naciendo de espaldas a la muerte, las plantas que crecen son esplendorosas pero contienen el veneno del que conoce su siembra. Así el jardín por el que se corría cuando niño contiene esa nostálgica presencia, entre el aroma de la tierra que nos acompañó siendo semilla con el fungicida certero que cayó sobre la higuera al llenarse de abejorros todas las edades. Esta es la contradicción, como un río que siendo puro baja contaminado, en este poemario se exalta el universo que se habita sin negar las duras huellas que persisten en el canto:

Acércate a la orilla
siente ese río bullanguero
que baja de la sierra con su cruz de versos
monosílabos fluyentes de la vida
que tamizan las sales de la tierra
y encuentra en su corriente revoltosa
un carnívoro deseo de arroyuelos
primicia de un sueño azul marino
en la lengua explosiva de la dinamita
o en la marcha pringosa del barbasco

Nada calla, nada guarda silencio. Cada espacio deshabitado aún se confunde con lo que a diario vivimos, tropezamos con los escombros que han quedado en la memoria y ni siquiera los espejos nos pueden descifrar. Los ríos llevan el aliento que guardan las sepulturas, el viento se desmorona entre la agonía de los sembrados, la piel deja de ser un refugio para convertirse en testimonio y qué decir de las palabras cuando taladran en la tempestad. Rodolfo Celis ha reunido aquí un conjunto de esas tinieblas y ha tallado en ellas una voz con luz de sombra, es la de un poeta que a menudo se cuestiona el lugar que le corresponde en el libro. Sabe que es quien  escribe, pero también le reprocha a la poesía el lugar de sus apariciones, sus impertinencias, su oficio fiero de mantener vivo lo que se creía recuerdo. Y son los muertos los que se encuentran en el poema, los que se vuelven a enterrar en sus presagios y allí mueren y vuelven a vivir  y se embriagan, es el poeta quien los vuelve a condenar pero es también quien los libera de su rapto:

Cuando enmudece el poeta también calla la muerte
Y tú, muchacha de ojos inflamados
como el cielo veraniego en mi tierra
ven a salvarme
del cerco fúnebre que me tiende la memoria

Es poeta también quien avanza leyendo estos versos y quien muere en el poema y el agua frondosa que ve correr su sangre por las páginas. Este libro pertenece a muchos rastros, en su escritura participa todo el paisaje, no sólo la latitud que da cuenta de nuestro paso, también las cenizas que un día fueron incendio. Del arrullo de la cigarra, la pulpa carnosa del mango, nos vamos adentrando hasta el escenario inconcluso de los fantasmas que pueblan Chimila. Nos hacemos familiares a sus codicias, a sus deseos. Algunos nombres, antes desconocidos, empiezan a cobrar forma en ese árbol genealógico que ha sido talado y hoy trata de recobrar sus nidos: José del Carmen, abuelo, Jesús Moncada, Ángel María Guerrero, Jorge Evelio, tío, Julio César Serrano, Mariela Escandón, perdida promesa, entre otros, hacen parte del pueblo que empezamos a reconstruir pedazo a pedazo en Memomía.
También es la guerra que aún puesta entre comillas en nuestra cotidianidad nos cansamos de negar que se ha ido y debemos admitir que sigue airosa. Guerra que ya no sólo retumba en las montañas y en los noticieros, guerra con que vamos vistiendo nuestra andrajosa certidumbre de estar vivos, en las venas por donde los ríos se aclaran caudalosos hasta la desembocadura donde muere la impunidad, en la mirada con que cruzamos nuestro olvido sabiendo que nada ha sido pasajero. Encontrarse con este libro es empezar a recorrer lo que tenemos escondido, el bullicio que cada tarde nos despierta en el recuerdo, lo que maquillamos de silencio aún muriendo de grito. Parecería una travesía hacia un lugar desconocido hasta que descubrimos que siempre hemos estado en el mimo sitio, que lo que nos dice este río lo hemos bebido tantas veces, a solas y en desiertos. 


AGUAS OSCURAS

Las aguas del río que bañan mi pueblo
vienen descalzas y no van sufriendo …
Octavio Daza
Acércate a la orilla
siente ese río bullanguero
que baja de la sierra con su cruz de versos
monosílabos fluyentes de la vida
que tamizan las sales de la tierra
y encuentra en su corriente revoltosa
un carnívoro deseo de arroyuelos
primicia de un sueño azul marino
en la lengua explosiva de la dinamita
o en la marcha pringosa del barbasco

Ese río me habita gota a sangre
sangre a gota
desciende por un cañón de yermas soledades
arrastrando a fuerza de piedra y pendiente
una quincalla de marismas
y largos collares embrionarios
rutilantes anuncios de otra generación de renacuajos

Calamitoso
con sus rápidos de espuma mortecina
ese río está inundando ahora
azulado de húmedas palabras
el margen de las líneas que te escribo



DEL OLVIDO QUE YA SOMOS

Sé que verás un libro abierto
y entre sus hojas sinceridad
Roberto Calderón

Julio Cesar Serrano fue mordido por dos balas
cuando empezaban a florecer en sus tobillos
unas alas irisadas de calamitosa salvación
¡Qué lejos quedaban los sembrados
el machete chambelón
y los secretos de la cruz de Caravaca!

Omar de Jesús, moribundo y desgreñado
a la sombra de un camajón añoso
provocó la estampida
de un lote de novillos cimarrones
que pastaban en torno a los saleros
Nocturnos caminantes cuentan de una voz
que habla con el viento en las ramas del árbol

Jorgito Urueta, que hacía fiesta
cuando peleaba el “happy” Lora
excavó, como quién busca un tesoro
la negra tierra húmeda
donde rendiría después su cosecha definitiva
alimento de amapolas

Mariela Escandón, con el aliento trasnochado
y la piel extasiada de cobijas
fue arrastrada por la lluvia
hasta los linderos del caserío
donde esperaban por ella otras sombras

Pedro Luis Caballero que reposaba la tarde
en su hamaca sanjacintera
bajo los mamoncillos de un patio ilimitado
quedó mordiendo un marañón sanguíneo
y bamboleando sus viejos huesos
después de la detonación

Daniel Pacheco, maniatado a un poste de la plaza
adivinando los rostros amigos tras la venda
sigue firme y estacionado para siempre
oreando sus lágrimas al sol
las lágrimas azules de los sentenciados.

Isaac Galván, con la voz recia de la profecía
y la gambeta precisa para driblar la tumba
conoció el sabor alcalino de una calle polvorienta
un viernes de julio, día de la Virgen del Carmen

Y al final, la lluvia otra vez

¡Silencio!

Cuando enmudece el poeta también calla la muerte
Y tú, muchacha de ojos inflamados
como el cielo veraniego en mi tierra
ven a salvarme
del cerco fúnebre que me tiende la memoria



LA MILLA VERDE


Tocado por el rayo
el cuerpo se desmayó sobre la hierba
con las jarcias rotas y la lengua ionizada

Magma celular que se hermana con la piedra
hasta rendir su cadáver para el cosmos

Tocado por el rayo
con su mordisco de alambrada
el guerrero estalla en luces sanguinarias
con las garras crispadas
eléctricas
inofensivo ahora
como una geológica imagen de la muerte

El veredicto se hace inexcusable
en esta arcaica guerra
el rayo siempre ha resultado vencedor


EL DESERTOR

Isaías, el negro se terció el fusil en bandolera
orgulloso y valiente
soñando con medio millón de pesos
una casita en el pueblo
y paletas de vasito para los niños
Se fue a la guerra como a un trabajo nuevo
cansado de jornalear sin esperanza
y pelar las cañas de azúcar con los dientes

El negro desnudó una muerte de ojos grises
masticando boca abajo la hierba clandestina
cuando un cernícalo azabache
fue graneando escupitajos de plomo
sobre el cráneo rasurado de recientes guerrilleros
que habían mutado de colores

La zafra rindió cinco cuerpos para el río
Y él encontró su rostro repetido en los cadáveres
víctimas y asesinos indistintos
comprendió devorado por buitres en el sueño
el frío logaritmo del conflicto
matar hasta rendirse de cansancio
y ahogarse en el reflujo de la sangre
entonces desertó a la medianoche
con la angustia apuñalándole la espalda

Isaías, el negro se vistió de sombra
perseguido sin tregua como un tigre
alimentándose de raíces y de hojas
hermanado con los búhos
aprendiz de los colores
con su espectro de aromas del rastrojo
se hizo tan anónimo
tan cercano al polen y a la vida
que ya no quiso caminar entre las ruinas
acumuladas tras el paso de los hombres

RODOLFO CELIS

Nació en El Copey (Cesar), en el año de 1978. Estudió Literatura en la Universidad Nacional de Colombia. Editor, cronista, crítico de cine, bloguero y poeta, fundó la revista Surgente Letras Informales, el cineclub Caldo Diojo y el blog Gusano de guayaba. Ha publicado en las revistas Rilttaura, El Ático, Yasnaia Poliana y Surgente; y ha participado de los libros colectivos León Tolstoi, la dialéctica del alma y Eric Rohmer, cineasta de una peque¬ñez esencial, publicados por la Universidad Nacional.